A la mañana siguiente, el niño se despertó y no encontró a su padre por ninguna parte. Buscó en el granero, en el gallinero... pero nada no lo encontró. Llegó la hora de la comida y la puerta de la casa se abrió de golpe, el muchacho muy asustado se escondió debajo de la mesa, creyendo que venían unos ladrones a robar. Y desgraciadamente, así fué como pasó. Cuando los bandidos se fueron no había nada en la casa más que a el muchacho escondido en la despensa viendo lo ocurrido y con la cara pálida como una lápida. El niño al día siguiente, se fué de la antigüa casa en la que vivío y emprendió una nueva vida como director de cine en Madrid y creó esta historia que os estoy contando ahora solo que con más detalles. Ya la descubriréis algún día.
Muy original, Celia. Sabes dejar la intriga a punto. Espero que continúes con la historia para saber qué ocurrió.
ResponderEliminarTambién yo espero que la historia continúe.Así comienzan los escritores;por eso, ánimo y no lo dejes
ResponderEliminar¡Mañana nos vemos!